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Recorriendo libros


Hermosillo, Sonora a 12 de septiembre del 2023
Por Fernando Moreno Chavez

Porque para el rey lo más esencial era que su autoridad fuera respetada. No toleraba la desobediencia. Era un monarca absoluto. Pero como era un hombre bueno, daba órdenes razonables.

Antoine de Saint´Exupery


Cuando el principito se decide viajar y conocer el universo visita el planeta del rey, un monarca que desea súbditos y que les ofrece ser ministros o embajadores con el propósito que no se vayan y él continue siendo rey.

Algo muy similar ocurre en nuestro país actualmente. Pareciera que el presidente de la República lo leyó y quedó cautivado por este capítulo. Ofrece, promete y vacía las arcas del país con la confianza de disponer de dinero ajeno para prodigarlo con generosidad a quienes asume como sus siervos. Quienes no pensamos como él debemos ser excomulgados y lanzados al planeta de los fifís.

Me siento culpable de ensuciar la literatura trayendo a mis escritos a este presidente que tenemos. No merece ni siquiera la embarrada de zoquete de tierra sonorense. Creo que es momento que se vaya a su rancho, de nombre ya conocido.

Sí, estoy enojado, frustrado, encabronado pues. Dejamos de ser mexicanos dignos de consideración. Nos abandonaron a nuestra suerte ante las altas tarifas de energía eléctrica por la prioridad de “proyectos” que representan consumir la poca agua de nuestra sierra levemente hidrata del norte al sur del estado.

El gobernador se solaza pregonando los datos duros de más de un 100 por ciento en las votaciones de su partido. Creo que le falta dormir, quizá así recupere las cuentas. Es mejor que se quede en la ciudad de México, aquí ni siquiera se nota su ausencia.

Ante esta fauna de mesías, reliquias de poder y de poetas cursis de cabellos rojos, todos llenos de soberbia, no sé qué hacer.

Una ocasión que a contra reloj debía preparar a mis hijas para llevarlas a la escuela me vi obligado a peinarlas a toda prisa y solo se me ocurrió hacerles un peinado estilo Sheimbaum, una colita. No daba para más.

Siempre me quedó esa imagen, ¿por qué no hacerle trenzas, alaciar su cabello o inventar un nuevo peinado? Me fui por lo fácil. Así somos los mexicanos. Solo espero que en las próximas elecciones no vayamos por la fácil.

La maestría se logra a base de experiencia, de ejercer el oficio día a día. Yo sentía que con ser un ingeniero y con una maestría ya poseía las herramientas necesarias para la vida, pero luego la madurez puso las cosas en perspectiva. Los conocimientos técnicos no son suficientes para mejorar como persona. Me faltaba humildad y concordia para entender eso, hasta que llegó a mi vida quien me aclaró que la vida no es así.

Lo mismo le pasó a Antoine Sain-Exupéry y escribió El Principito. Tuvo la humildad de asumir que no dejó de ser niño, a pesar de su valentía y su experiencia de surcar los cielos.

Yo no vuelo los cielos ni me sumerjo en el mar, me aterrorizan ambas posibilidades, sin embargo, me gusta escribir.

Alguien me llama transterrestre y me reconozco como tal. Solo puedo pisar la tierra, caminar descalzo y sentir las piedras del terreno, la temperatura del ambiente, las corrientes de aire y el sol. Es común quejarse de la exposición al ambiente, pero es lo que nos da vida, y esa lluvia que destapa los baches nos alimenta.

¿Qué puedo decir de El Principito? Llenó mi niñez, también mi juventud y lo hace en mi madurez. No hay libro que no marque una existencia.

Quiero saltar el renglón y sale el desierto, la rosa con sus espinas y sus volcanes, uno de ellos apagado. ¿Cómo se puede dejar de disfrutar la lectura?

Es alegre vivir el presente. Me tocaba vivir cada una de mis experiencias, buenas y malas. Hoy soy feliz. Ahora aprecio la espina de mi rosa, crezco cada que pincha, me hace ser mejor, y sus pétalos suelen ser más coloridos.

Así es la vida cuando se disfruta, tiene sus altas y sus bajas, su mar y su cielo, también su tierra. Cada que releo a San-Exupéry me vuelve la niñez, pero es una niñez diferente. Con mis años a cuestas entiendo al piloto con su avión descompuesto en el desierto, enfrentando preguntas de ese visitante de otro mundo, pero en nuestro universo.

“Es como una pantallita donde sale la película de la imaginación”, dijo una de mis hijas, con su forma sabia e inocente de ver el mundo. Concuerdo con ella.

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