Header Ads

CARRUSEL: · La Unidad de Control Sanitario, convertida en cueva de bandidos


Por Víctor Fausto Silva D.


Ya comentamos aquí que el gobernador Alfonso Durazo tuvo que soltar varios manotazos y ha hecho rodar algunas cabezas por casos de evidente corrupción en áreas de su gobierno –verbigracia los Cecytes y el ISIE-, pero según parece, tendrá que abocarse más a fondo para sacudirse a otros indeseables que le salpican la marca.

Sergio Morales: ¿Qué
cuentas le rinde a
Durazo?


Quién sabe qué cuentas de color rosita le rinda el doctor Sergio Morales García en la Comisión Estatal de Protección Contra Riesgos Sanitarios (Coesprisson), pero acá en el sur los comerciantes y prestadores de servicios ya no aguantan a la pandilla que se enquistó en la Unidad de Control Sanitario de Huatabampo, a cargo del licenciado Miquías Alcaraz García.

La dependencia está convertida lisa y llanamente en un nido de extorsionadores, donde desde hace rato se antepuso la “mochada” general a la verificación que supuestamente deben cumplir para proteger la salud de la gente.

Amador Yocupicio:
Mordida
institucionalizada


Con un radio de acción que abarca Huatabampo, Etchojoa y Benito Juárez, los diez “verificadores” al mando de Amador Yocupicio Mondaca, se dan vuelo hincándole el diente –obviamente echando por delante la velada amenaza de clausuras-, a quien se les atraviese, lo mismo a dueños de cantinas, tortillerías, expendedores de alimentos y bebidas y hasta las funerarias de la región.

La unidad de Control Sanitario se convirtió, bajo el mando de Miquías Alcaraz, en un negociazo particular, como nos lo confirman dueños de negocios que ya no sienten lo duro, sino lo tupido, porque aún teniendo sus establecimientos en regla, no escapan a lo que bien puede calificarse como vil cobro de piso, porque los señores barren parejo.

Nada más en el rubro de cantinas, por sus pistolas fijaron una “cuota” de 600 pesos mensuales, que puntualmente cobran los supuestos verificadores, sin más trámite que el de estirar la mano.

Miquías Alcaraz:
Jefe de
extorsionadores


Y si se considera que en Huatabampo hay ocho locales de ese tipo, cuatro más en Etchojoa, tres en Bacobampo y dos en Benito Juárez, métale pluma, estimado lector.

El problema aquí es más grave, porque en ese afán meramente recaudatorio, hace buen rato que los inspectores dejaron de cumplir con su obligación de exigir la verificación sanitaria –el llamado tarjetón, pues- de las (o los) sexo servidoras que por ahí rondan, y ya se habla entre parroquianos de infinidad de contagios con enfermedades de transmisión sexual.

Gravísimo, pues, el incumplimiento de tareas tan delicadas como ésta. La revisión rigurosa pasó a segundo plano: primero es la mochada y así todos nadan de muertito, aunque al rato esto se convierta en un severo problema de salud pública.

Eso, nada más en ese rubro, porque nos hacen llegar otras tropelías donde sin consideración alguna, los cobradores de Miquías aplican el rastrillo, como a la dueña de una tortillería a la cual le exigieron mil pesos semanales, supuestamente para pasar por alto anomalías en su modesto negocio. El atraco es criminal: es como arrebatarle en mordidas las pocas ganancias que la señora alcance.

El sector de las funerarias tampoco está exento de que le pasen cuchillo, porque las guías que normalmente expide Control Sanitario para el traslado de cuerpos, por un mínimo de 310 pesos, se disparan hasta donde a los señores se les ocurra, especialmente si se dan “fuera de horario” (imaginamos que laboral). Y para que no tengan trastornos en su operación, hay que “untarles” la mano a los señores.

En ese giro, hay 5 funerarias en Huatabampo, 3 en Etchojoa, 3 en Benito Juárez y una en Bacobampo, así que, otra vez, saque cuentas, estimado lector.

Nos comentan que en el manoteadero, tampoco escapan los negocios de agua purificada, de comida, las pescaderías, los expendedores de carne, pollo, chorizo o queso, fresco o de panela.

Olvídese usted de que se esté cumpliendo con los exámenes de microbiología que deberían ser rigurosos, especialmente en verano cuando el calor arrecia, y con él el riesgo de una rápida descomposición de los alimentos amén de las moscas propias de la temporada.

Ni qué decir de que también pasó a la historia la vigilancia para que los expendedores de alimentos o productos frescos porten cubrebocas, cofias, o demuestren con exámenes periódicos que no son portadores de alguna enfermedad transmisible a sus clientes.

En ese bandidaje desatado nadie escapa: el que mantiene su negocio en toda regla está siempre con el temor de que los atracadores le caigan exigiendo su cuota, so pena de inventarle algo que amerite multa y hasta clausura, y los que no cumplen ninguna norma operan con total impunidad, sabedores de que cubriendo la cuota tienen garantizada la protección oficial.

Total: si se enferman los consumidores, allá ellos. Aquí primero es el negocio al amparo de charolas gubernamentales.

Nos dicen que a tanto ha llegado el descaro de Miquías y su cobrador oficial Amador Yocupicio, que incluso llegan a gasolineras a cargar combustible en sus vehículos particulares y muy orondos, se van, con un conchudo “luego vengo a pagarte”.

¿Sabrá el doctor Sergio Morales García, el titular de la Coesprisson, que su Unidad de Control Sanitario de Huatabampo está convertida en una cueva de bandidos?

¿No tendrán noticias estos asaltantes de que el gobernador ya corrió a varios por corruptos, o simple y sencillamente les vale pitorrearse de quien ofreció un gobierno decente?

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.
Estamos utilizando cookies para brindarle la mejor experiencia en nuestro sitio web.
Puedes obtener más información sobre las cookies en la sección POLÍTICA DE PRIVACIDAD