Empezamos….
Hermosillo, Sonora 19 de abril del 2023
Por Ing. Fernando Moreno Chávez
Empezamos….
En mi niñez escuché a Emilio Ebergenyi en Radio Educación. El programa “De puntitas” me despertaba. Al escuchar esa voz creadora de mundos infinitos mi imaginación despertó. Y las letras llegaron a través de mis ojos en lugar de lágrimas. La música se hizo tenue y admití que el destino no siempre depara cosas malas.
Ay, esa voz de Emilio, siempre melancólico, se notaba en su armonía al hablar. Hacía felicidad para lo demás, estoico en él, algo en el fondo lo atrapaba.
He conocido personas así, dadoras de sí mismas, como las hormigas trabajadoras que solo entienden su ir y venir. Las abejas alegres surcando los cielos en busca del néctar, pero también de su existencia, porque la supervivencia parece cinismo de nosotros mismos.
Recordar ese trinar de pájaros, un piano al fondo y despertar con un violín en el silencio eran mis amaneceres en Radio Educación. Era un joven rebelde de cabellos largos, no era un niño, pero me identificaba por completo en las ondas sonoras y la imaginación sin límite del maestro de la voz Emilio Ebergengyi.
Escuchar a Luvina, un cuento de Juan Rulfo, fue impactante en esa juventud rebelde. En esos tiempos escuchaba radio, no me gustaba la televisión. Mi mente viajaba con la voz locutora y “esas plantitas tristes que apenas pueden vivir un poco untadas a la tierra del despeñadero de los montes” tomaban vida: escuchaba el viento, olía la tierra mojada, veía el río crecido, sentía el dolor de los cerros muertos.
Entendí la radio como la voz complementaria, donde solo se olía el viento y me pregunte: ¿en qué país estamos? Igual que Juan Rulfo.
Sentí el valor del agua, aquilaté el aire y comprendí el enorme viaje de la existencia.
Ese trinar de guitarras, esos paisajes descritos de Enrique Rivas Paniagua en su programa “México de mis andanzas” me llenó de esa provincia que un citadino no puede ver en vehículos y calles pavimentadas.
Ansiaba escuchar ese trinar de pájaros y ese sonido de la hierba crujiendo bajo los pies andantes de Enrique Rivas Paniagua. Esos sonidos hacían que caminaras a su lado y vieras lo que él describía, tocaras las aguas de ríos y olieras su musgo.
Navegué con el programa de Patricia Kelly “Prohibido tocar”, donde se abordaban temas de la sexualidad que en muchos sentidos siguen siendo tabú en nuestro país. Hoy Paty Kelly lo dice abiertamente: “Imagina: en mi primer programa, en 1986, la gente se espantaba porque el sida acababa de llegar a México; hablar de masturbación era una afrenta, era desde luchar por el derecho de expresarme sobre el tema hasta externar todas esas palabras y hacerlo de forma que no me censuraran”.
Y remata: “La gente sigue preguntando lo mismo, pero sin miedo; aún hay adolescentes que quieren saber si toman Viagra y que tienen los mismos tabúes alrededor de la masturbación; los mismos prejuicios sobre la homosexualidad, pero con mayor valentía para preguntar; hay más espacios radiofónicos que tratan el tema, la respuesta es: sí ha habido evolución.”
No dejé de escuchar Radio Globo ni Radio Universal, esas melodías que acompañaron una juventud de estudio y trabajo. No dejo de evocar mis tiempos adolescentes y de juventud, cuando muchos crecimos marcados por la armonía de la radio.
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