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CARRUSEL: ¿Hasta cuándo solapará Durazo a la pandilla de delincuentes yaquis?


Por Víctor Fausto Silva D.


Lamentablemente, estimado lector, tuvimos boca de profeta cuando meses atrás vaticinamos que ni pidiéndoles perdón ni dándoles las perlas de la virgen se lograría aplacar a los yaquis, que ya hicieron su modus vivendi de la extorsión sobre la carreta internacional.

No pasa un solo día sin que se divulguen videos en los cuales una pandilla de delincuentes –no se les puede llamar de otra forma- exhiben la prepotencia y la impunidad que derivan en ataques a los vehículos y en agresiones físicas contra los automovilistas, mientras las autoridades se limitan a mirar de reojo y a chiflar quedito, con las manos en las bolsas

Se hacen guajes, pues, aunque debe abonársele al alcalde de Cajeme, Javier Lamarque Cano, que suspendió de inmediato a un chota municipal que por sus pistolas –y quizá por jugosa mochada- se puso ¡del lado de los asaltantes!, pues con patrulla atravesada y arma larga en ristre, intimidaba a los automovilistas que se negaban a pagar la tan infame como ilegal cuota.

Pero fuera de ahí, el descarado atracadero no parece molestar en lo más mínimo ya no digamos a nivel federal, porque el Presidente baila de contento confiado en que según él ya se embolsó a los yaquis (¡Mjú!), sino en el palacio de gobierno en Hermosillo.

López Obrador:
Lo 
mandaron por
un tubo


A contrapelo de lo que se ha sostenido, desde AMLO hasta el gobernador Alfonso Durazo y de ahí hasta abajo, el plan de justicia para la tribu yaqui es una chulada y avanza de maravilla, pero no acababan de levantarse las autoridades de la ramada tradicional, cuando ya una fracción de alzados había retomado la reata para los bloqueos carreteros a la altura de la loma de Guamúchil.

¿Y qué dijeron los propios yaquis? Los participantes en los acuerdos se lavaron las manos diciendo que los asaltantes no son de su bando, sino indios alzados porque no confían en los tratos con el gobierno.

Y sin embargo, cuesta trabajo creer que unos cuantos instalen un negociazo de tales proporciones a espaldas de una mayoría. Huele más bien a jugada propia de ladinos, a una estrategia tipo limosnero con garrote: con una mano te pido y con la otra te apaleo.

Es un ganar-ganar: a corto plazo con los fogonazos de dinero que están obteniendo vía extorsión, y a mediano y largo plazo con lo que consigan tumbarle al gobierno, que ya les ofreció más tierras, más agua y otra serie de beneficios entre los cuales se cuenta incluso el usufructo de una próxima caseta de cobro en su territorio.

Sin meternos en honduras históricas y de merecimientos o no, una cosa es palpable: al presidente López Obrador nada más le faltó traerles nieve de chorro (y tibiecita, no les vaya a afectar la garganta a los señores), y la supuesta mayoría yaqui estuvo de acuerdo en, por lo menos, entrar en una tregua para que avanzaran los compromisos pactados.

Pero no. Un grupúsculo mandó al diablo a esa supuesta mayoría de hermanos de sangre, al propio AMLO y de refilón al gobernador Durazo, con todo y su juramento de hacer cumplir las leyes y su compromiso de campaña de lograr “un Sonora para todos, no para unos cuantos”, a los que acusó de haber saqueado al estado.

Ahora, lo que el ciudadano común y corriente ve -especialmente el que circula por la 4 carriles y cae en sus garras-, es que entre esos “cuantos” saqueadores se instalaron cómodamente los supuestos yaquis rebeldes.

Y lo hicieron a sus anchas y según se ve hasta que les pegue su regalada gana, porque con el cuento de que aquí no se reprime a nadie, no se les va a tocar ni con el pétalo de un citatorio judicial.

No vaya a ser que se enojen los señores. Y chínguese el que vaya pasando por ahí.

Durazo: Discurso al
bote de la basura

Lo cierto es que el discurso oficial con la cantaleta de que “no somos iguales” y de que ya no hay corrupción ni impunidad, se fue al bote de la basura.

Durante el sexenio pasado, le tupieron lindo y bonito a Claudia Pavlovich por su negligencia al no atender el problema de los bloqueos yaquis, y ella se atrincheró diciendo que el asunto es federal.

De cierta forma se entendía –que no se justificaba- como un peloteo político, dado los diferentes orígenes de la Gobernadora y el Presidente

Sin embargo, ahora que se alinearon los astros y tanto el gobierno central como el de Sonora se tiñeron de guinda, las cosas siguen igual, si no es que peores, porque habiendo venido el mismísimo AMLO a apapachar a los yaquis, tampoco se consiguió nada.

Quienes circulan por la 4 carriles y son asaltados por los yaquis se preguntan, con justificada razón, ¿de qué sirve que manden a Sonora mil o más elementos de la Guardia Nacional, si nada más se les ve en caravanas por las calles, como si protagonizaran desfiles de edecanes?

¿Cuándo se les verá poniendo orden, específicamente en Loma de Guamúchil, donde un puñado de envalentonados sujetos se pitorrean del Presidente y del Gobernador?

¿Qué imagen se ofrece en Sonora para los miles de paisanos que están pasando por aquí rumbo al sur del país?

A los pomposamente llamados “Héroes paisanos”, nadie les advirtió que además se venir a jugarse la vida capoteando sicarios en carreteras, se toparían también con retenes hechizos manejados por un turba de asaltantes, cobijados por la tibieza de un gobierno que habla muy bonito, pero actúa muy poco.

Por eso es válida la pregunta:

¿Hasta cuándo solapará el gobernador Durazo a la pandilla de delincuentes yaquis?

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