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CARRUSEL: · ¿Todo quedará en mera condena moral a saqueadores y corruptos?


Por Víctor Fausto Silva D.

Pues sí: estuvo flamígero el discurso y muy descarnada la radiografía del desastre que hizo en su toma de posesión el gobernador Alfonso Durazo, pero a la vista del mismo, cabría preguntarse: ¿hasta ahí quedará?

El panorama que pintó fue, de plano, desolador, casi de una administración en ruinas y saqueada por quienes identificó como “voraces jerarcas” que succionaron el estado “por décadas”. Y hasta presumió el fin de “un sexenio que duró 30 años”, es decir: desde el gobierno de Manlio Fabio Beltrones a la fecha.

Beltrones: Otra vez, villano favorito

Tampoco sorprende que el de Villa Juárez sea su villano favorito, como Carlos Salinas lo es para López Obrador, porque desde la campaña lo había acusado de operar siniestramente desde las sombras para impedir su arribo al palacio de gobierno.

Si en política cualquier gesto manda señales y mensajes inequívocos, la presencia y deferencias hacia el doctor Samuel Ocaña como su único exgobernador invitado, implica que su sexenio fue el último decente.

Si ubicamos el “sexenio de 30 años”, colegimos entonces que Durazo Montaño echó en el mismo saco de gobernadores depredadores, voraces y corruptos a Manlio Fabio Beltrones, Armando López Nogales, Eduardo Bours Castelo, Guillermo Padrés y por supuesto, a su antecesora inmediata Claudia Pavlovich Arellano.

Aun suponiendo que a todos les quede el saco, por cuestiones de prescripción de presuntos delitos en sus ejercicios, los cuatro primeros quedarían totalmente impunes por más que quisiera pegarles una corretiza…no así Claudia Pavlovich, que todavía no pisaba la plaza Zaragoza cuando ya estaba tupiéndole, por el desorden que le hereda.

Sin embargo, y seguramente para decepción de los Morenistas que siguen a la espera de ejecuciones masivas de corruptos, el Gobernador jamás insinuó siquiera la posibilidad de fincar responsabilidades a los culpables de dejar a Sonora como “un estado arrasado por los malos gobiernos”.

“Por décadas, Sonora fue botín de voraces jerarcas. El estado fue manejado como un rancho encargado a un voraz caporal (Nota del redactor: suponemos que Beltrones)”, dijo Durazo.

Y redondeó:

“Logramos quebrar la hegemonía de un grupo político que por décadas hizo y deshizo y sólo se benefició a base de un capitalismo de cuates, y aunque se decían distintos, en el fondo eran iguales (otra N.de R: suponemos que aquí embarró a Padrés). Y aunque de la política nadie se jubila, sí llega el tiempo de retirarse. A quienes se convirtieron en símbolo de saqueo y corrupción, les digo que ya les corresponde hacerse a un lado”.

El remache no fue menos grandilocuente:

Alfonso Durazo: Del discurso a los hechos…

“Ayer terminó su sexenio de 30 años y nadie llorará su partida, porque su herencia ha sido trágica”.

Como vemos, Durazo no escatimó en calificativos, pues no bajó a sus antecesores (excepto a Ocaña, claro) de ser casi una plaga de voraces langostas que arrasaron con todo. Les dijo saqueadores y ladrones, epítetos que seguramente a partir del lunes provocarán insomnio incurable a Manlio, a López Nogales, a Bours, a Padrés y ahora a Claudia.

Pero ¿hasta ahí? ¿Con la sola invitación a que se hagan a un lado? ¿Con la condena verbal de que “nadie llorará su partida, porque su herencia ha sido trágica”?

A simple vista parece garrotazo de papel. Llamativo y fuerte, sí, pero hasta ahí.

¿Se irán impunes quienes –bajo las órdenes de Claudia Pavlovich- le dejaron a Durazo el estado en las lamentables condiciones que denuncia?

Si se queda en mera condena moral, el Gobernador no hará sino alentar el sospechosismo que hace rato campea entre los ciudadanos, primero, porque estaría siguiendo el mismo patrón de López Obrador, de denunciar corrupción y corruptos por doquier sin meter a nadie a la cárcel, y luego porque perfilaría el mismo estilo de AMLO de pasarse años viendo por el espejo retrovisor, para culpar de todo a los antecesores.

Quizás Durazo no tendría ya elementos como para echarles el guante a cuatro de ellos, pero ahora que con tanta precisión cita números rojos y estadísticas negras sobre “un estado arrasado”, lo menos que esperarían los sonorenses es que actúe en consecuencia.

Y no con discursos incendiarios –que luego pueden volverse pretextos repetitivos-, sino con hechos.

Primero faltaría ver si por encima de los lamentos y las condenas la limpieza viene en serio, y luego, a ver si no termina pescando charalitos para, como se dice coloquialmente, “taparle el ojo al macho”, lo que reforzaría la teoría conspirativa que persiste entre muchos priistas, de que aquí hubo felino en cautiverio para entregar la gubernatura a Morena.

Y todavía falta ver lo que decida el Gran Tlatoani del Palacio Nacional, que a últimas fechas se soltó jalando a la 4T a ex gobernadores del PRI y del PAN. Y ya dijo que va por más…

Claudia Pavlovich: Podría oler a santidad

Nada más falta que doña Claudia (a quien AMLO prodigó generosos y cálidos apapachos, casi de cuatachos) reciba su atenta invitación para asumir la embajada ante El Vaticano, porque entonces sí: empezaría a despedir olor a santidad y se irían al bote de la basura los epítetos que tan generosamente le está colgando Alfonso Durazo.

Veremos y diremos, pero del discurso a los hechos, siempre hay mucho trecho…

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