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CARRUSEL: · Adiós a la guasanga y a lo frívolo: Adiós mamá Carlota

Por Víctor Fausto Silva D.


Con profunda pena, estimado lector, lamentamos informarle que la historia moderna de Navojoa tendrá que reescribirse.

Olvídese de cuantos alcaldes han desfilado por el palacio municipal: será un antes y un después de la maestra Chayito Quintero y Mario “Mayito” Martínez.

Se acabaron las fastuosas fiestas, los eventos “masivos” a punta de acarreados, los desfiles donde se lucían lo mismo deslumbrantes trajes que irrisorios disfraces, ya de Adelita, ya de Catrina, de China Poblana o de Paquita la del Barrio.

Los autoelogios, 

hasta en los baños

Atrás quedaron también las placas de mármol calificando como “obras grandiosas e históricas” los pozos de agua nunca equipados (viles hoyos lodosos), los baños remodelados en el Ayuntamiento y porrrrr supuesto: la del elevador, del cual, por cierto, pagó sólo 500 mil pesos y el constructor anda correteando ¡dos millones más! (que a ver de dónde se los dan, porque la señora no dejó ni clips en las oficinas).

Se acabaron las payasadas de un trienio de guasanga, de lo frívolo, la demagogia y la lambisconería, que instalaron a la señora en un pedestal donde sus paniaguados le quemaban incienso.

Con el crudo golpe de la realidad y la ruina producto del desorden administrativo, llegó la seriedad y con ella la austeridad. Guardadas las debidas proporciones, casi del Imperio a la República.

Chayito y los 

buenos tiempos

Y sin embargo, si el retiro de las infames y autoelogiosas placas será un duro golpe al ego de la señora, le espera el peor de todos: el retiro de sus folclóricos vestidos del Museo Regional Mayo, con cuya “generosa” donación pensó grabar a hierro vivo su nombre en la historia, con multitudes histéricas haciendo fila como si fueran a ver alguna astilla de la meritita cruz de Cristo.

Ahí estuvieron las hilachas, a la vista de todos y de nadie, porque (salvo ella y sus achichincles) nadie acudía a verlos y mucho menos a chulearlos.

Con todo y sus llamativos diseños, llamaban más la atención las máscaras y los arreos propios de los matachines que sus trapos, quizás por ser irrefutables símbolos del poder, cuando éste ataranta y enloquece a los ambiciosos, a los tontos y a los ególatras.

Los maniquíes, 

ya sin sus trapos


Pero no, tampoco se cometerá el crimen de tirarlos en algún contenedor de basura (por más que muchos insistan en ello), pues le serán debidamente devueltos con un gesto de caballerosidad y diplomacia: mediante documento oficial donde se recogerá su rúbrica de conformidad… por aquello de que no acuse de robo a sus sucesores, ya ve usted que el león cree que todos son de su condición.

Pero si a ella le llegaron los días negros del olvido y el reclamo popular, no le va muy a la zaga su personero y bufón de cabecera, el poeta Jesús Guadalupe Morales Valenzuela, a quien ya le zumbaron dos peñascazos en la cabeza:

1.- Su mamotreto –según él, poemario- “De vino y lino”, impreso con recursos del Ayuntamiento, también fue retirado del Museo Regional Mayo, donde (igual que su musa) lo había depositado para deleite de las actuales y futuras generaciones, con tan mala suerte que el bodrio ya lucía como ladrillo mal enjarrado, por el terregal que acumuló ante el desdén de los visitantes, y

2.- Un poema de su autoría, que había colgado en la Plaza 5 de Mayo (la principal del rancho, ¡qué caray!), pasó a manos de amantes de lo ajeno el mismo día en que lo colocó, pero, como a porfiado nadie le gana, volvió a instalarlo, con el riesgo de que ahora se le sancione por andar tirando basura en los espacios públicos.

¡Triste cierre de telón para quienes se creyeron hechos a mano!

Correctísima además la advertencia latina de “Sic transit gloria mundi”: Así pasa la gloria del mundo.

O como decía la canción “Adiós mamá Carlota”, dedicada a la infortunada Emperatriz que perdió la cordura en México:

“Alegre el marinero, con voz pausada canta

Y el ancla ya levanta con extraño dolor

La nave va en los mares botando cual pelota

Adiós mamá Carlota! ¡Adiós mi tierno amor”.

Sus biógrafos dejaron constancia de que sus últimas palabras, añorando el frustrado imperio de su marido, fueron:

“Todo aquello terminó sin haber alcanzado el éxito”.

Proféticas aquí, para la maestra que tanto pregonó la Cuarta Transformación… que ahora sí le están aplicando a ella.

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