Header Ads

#CARRUSEL + AMLO y su ataque a médicos: Ruin y propio de malagradecidos + A Durazo le tronó su juguetito: El Ejército, otra vez a la batalla

AMLO: Con las hordas de ignorantes

Por Víctor Fausto Silva D.
El presidente López Obrador debería dejar de busca por fuera a los enemigos de su quimérica y cada vez más inalcanzable Cuarta Transformación: el que está dinamitándola con una facilidad espantosa es él mismo, a la par que le extiende a Morena una factura que le resultará costosísima en lo electoral.

Tan dado a las pantallas y a las cortinas de humo, quiso colgarse del coronavirus para justificar la bancarrota a la cual se encamina México, pero lo que tan orondo calificó como “anillo al dedo” se le está convirtiendo en soga al cuello.

La pandemia no hizo sino exhibir primero su frivolidad y luego su incapacidad y la de su equipo a la hora de tomar decisiones claves y urgentes, todo coronado por la peste a corrupción que brota por todos lados y que ya la echó en cara su propio correligionario Porfirio Muñoz Ledo.

“Eso sí calienta –suele decir indignado cuando se le compara con sus antecesores- porque nosotros somos diferentes”.

Sin embargo, cada vez son menos los ilusos que creen en esa diferencia, viendo como siguen los negocios al amparo del poder y a cargo de una camarilla de gargantones a los que antes condenaba como “la mafia del poder”. Sin licitaciones, por adjudicación directa hacia donde lo decide el señor.

Ahí están haciendo negocios a lo grande los Slim con el tren maya, los Salinas Pliego con los seguros de la SEP, los Bartlett padre e hijo –de la misma calaña- y tantos más. Los camaleónicos que antes fueron salinistas, foxistas calderonistas o peñanietistas, succionan ahora la ubre de la 4T.

¿Cuál cambio, si los hampones de cuello blanco son los mismos y lo único que cambió fue el nombre del inquilino de Palacio Nacional, pero no sus mañas ni la manga ancha para permitir el libre saqueo de los recursos públicos? ¿Cuál separación del poder político y el económico, cuando siguen siendo uno solo?

Es lamentable la forma en la cual un Presidente electo con tanta legitimidad tira a la basura el bono democrático de 30 millones de mexicanos a los que enganchó con el anzuelo de desterrar corrupción e impunidad, sólo para toparse con que ahora se instauró, además, el reino del cinismo.

El Jefe Diego: Soluciones y pretextos
Porque para el Presidente cualquier señalamiento de corrupción –así le tiren con las pruebas en la cara- proviene de los adversarios que quieren verlo fracasar, de los neoliberales o los Fifís, de cualquiera que invente en sus desvaríos cada vez más frecuentes y preocupantes…mientras el país hace agua.

Bien se lo dijo hace unos días Diego Fernández de Cevallos en un tuit: “En 18 años de campaña tuvo todas las soluciones; ahora en año y medio, tiene todos los pretextos”.

Como bravucón de cantina

Los médicos: A la buena de Dios
En ese manoteo de pretextos, AMLO anda como el bravucón de cantina que no busca quién se la hizo sino quién se la pague. Y ataca, calumnia, denigra, se burla y hace escarnio público de todo aquél que ve como su enemigo.

De la tirria contra los periodistas –ya no de México, ¡del mundo!- pasó al choque frontal con los empresarios a los que si no escucha mucho menos los recibe en audiencia, o en ridículos y vergonzosos tete-a-tete contra Thalía, Eugenio Derbez o “El Chicharito”, y así contra quien sea. Berrinches y desfiguros que cada vez hacen sospechar a más gente sobre su estado de salud mental.

Y sin embargo, le sigue sobrando capacidad para insultar incluso a quienes en plena pandemia están jugándose la vida sin el equipo ni las condiciones mínimas de seguridad, porque ya arremetió contra los médicos, a los que echó en un mismo saco como “mercantilistas” o mercachifles extorsionadores de enfermos.

Sarcástico y con su sonrisa torcida, quiso dorar con un chistorete su inaudita embestida contra ese gremio:

“Antes los médicos sólo buscaban enriquecerse. Llegaba el paciente: ¿qué tienes?, le preguntaban. Me duele acá, doctor. ¡No!: ¿qué tienes de bienes?”.

Nada más le faltó acusarlos de contubernio con los dueños de las funerarias, para matar pacientes y enviarles “clientes”.

Fue un ataque ruin. Una bajeza que obviamente lastimó y generó la condena inmediata y unánime de los colegios médicos y el rechazo generalizado.

Entonces, el Presidente que con tanta ligereza pisotea su investidura, tuvo que recular, pero no tuvo la humildad de hacerlo con la hombría que el caso ameritaba: se volvió a agarrar de la prensa para repartir las culpas que a él le sobran al decir que “todo lo están tergiversando, todo”, como si su infame desbarre no hubiera quedado grabado.

El insulto ya estaba dicho y el daño ya estaba hecho. El hombre que se autoproclama “humanista”, el que hipócritamente habla de ser solidario con el prójimo, enseñó el cobre como malagradecido y se sumó a los vándalos, a las hordas de ignorantes que en plena pandemia atacan y amenazan con linchar a médicos y enfermeras, sin pensar que en un descuido su propia vida depende de ellos.

Igual de malagradecido, en cuestión de segundos López Obrador se puso del lado de los barbajanes, de los linchadores callejeros, no sin antes colocar en el patíbulo del escarnio a profesionistas que a costa de su vida se la están jugando, primero por los enfermos y luego por un gobierno que en vez de apoyarlos y reconocerlos, los humilla y los patea.

En esos niveles anda la investidura presidencial.

Y sigue la mata dando…

Entre desbarre y desbarre y aprovechando –según él- que los mexicanos andan ocupados con el coronavirus, López Obrador se sacó de la manga otra jugada que evidencia el rotundo fracaso de la política de “abrazos, no balazos” en seguridad pública.

Muy espichadito, mediante decreto y contra su promesa de campaña, el Presidente volvió a lanzar al Ejército a las calles para combatir a la delincuencia, lo que manda al cajón de los buenos deseos a la Guardia Nacional, que no dio nunca el ancho y sí cambio protagonizó sonados escándalos de contubernio con quienes debía combatir.

Con el país ardiendo por la pugna entre cárteles a los que tácitamente extendió perdón y carta de impunidad, López Obrador se cura en salud: la orden para los militares se limita a cinco años, o sea, poco más de lo que le resta al sexenio. Después, que arree el que venga, como pasa siempre en este país.

Alfonso Durazo: Gráficas y mentiras
Lo que no quedó nada claro por la enredosa redacción del decreto, es quién se subordina a quién entre los mandos de ambas corporaciones, lo que de cualquier manera deja sin juguetito al sonorense Alfonso Durazo, que como Secretario de Seguridad no ha pelado un chango a nalgadas.

Si antes del actual decreto los militares ni en el mundo lo hacían, menos lo pelarán ahora que el Presidente les ordenó que salgan a salvarle la cara.

Al paso que va, Durazo terminará como el doctor López Gatell y la pandemia: Enseñando grafiquitas inútiles y repitiendo mentiras en las mañaneras, uno sobre curvas que se “achatan” y el otro hablando de “puntos de inflexión” de la violencia, mientras los muertos casi le caen encima.

Víctor Fausto Silva Duran
Periodismocomoes@gmail.com

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.
Estamos utilizando cookies para brindarle la mejor experiencia en nuestro sitio web.
Puedes obtener más información sobre las cookies en la sección POLÍTICA DE PRIVACIDAD