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Huyen 5 mil indígenas en Chiapas por miedo




Más de 5 mil indígenas huyen a la selva por miedo a ser asesinados; mamás tapan la boca de niños altoser para que no los descubran

Las ráfagas de armas de grueso calibre retumban en las montañas que rodean a este municipio indígena tzotzil, mientras los hombres, mujeres, niños y adultos mayores, en su mayoría enfermos, se resguardan en el monte para evitar ser masacrados por un grupo armado del

Chalchihuitán está ubicado en la región de los Altos de Chiapas y tiene más de 20 mil habitantes, quienes vivían antes de ser amedrentados y expulsados de sus tierras del cultivo de café, maíz y fríjol, principalmente, para su consumo.

El 18 de octubre pasado, Samuel Luna Girón, junto con dos personas, trabajaba en parcelas cercanas a la comunidad de C’analumtic, hasta el que llegaron hombres armados para asesinarlo con ocho balazos, mientras que sus compañeros lograron huir y alertar a los pobladores para que escaparan al monte, describe María Pérez Hernández, una de las indígenas sobrevivientes.

Entre lágrimas, otra habitante del lugar, Hermelinda, recuerda que en medio de los disparos, junto con el resto de los pobladores, huyeron hacia las montañas sólo con la ropa que llevan puesta, mientras nueve humildes viviendas eran saqueadas y quemadas por el grupo armado, el cual se robó hasta los pollos y marranos.

Desde esa fecha, 5 mil 23 personas de las comunidades de Ch’en Mut, Pom, Tzomoltón, C’analumtic, Bejeltom, Tulantic, Vololch’ojon, Cruz C’ac’alnam y Cruzton sobreviven en condiciones precarias, bajo improvisadas carpas, sin comida, ropa y soportando temperaturas de

En la cancha del poblado de Pom, sitio en el que por esta ocasión se concentraron los desplazados y donde se levantaron los testimonios, el chamán trata de curar de fiebre, dolor de estómago y tos a los niños con una mezcla a base de hiervas y agua con la que moja sus cabeza y luego los obliga a beber.

Otro adulto mayor se queja del dolor en el pecho y se desvanece entre los brazos del curandero, quien sólo puede dar masaje en su corazón.

El llanto de Miramón Díaz, un niño de escasos dos meses de nacido, es ahogado por su madre para no ser descubiertos por los hombres armados, a quienes ellos llaman paramilitares.

Sufre de dolor de estómago, dice su madre Carolina, quien no habla español y, por medio de un traductor, asegura que se encuentra desesperada porque no hay médicos que lo atiendan y la enfermedad se agrava.



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